«Suero de Quiñones practicó lo que hoy llamaríamos ‘deporte de riesgo’»

Carlos Taranilla publica la primera adaptación al castellano actual del libro del ‘Passo’

E. GANCEDO | LEÓN 28/04/2014

La de Don Suero de Quiñones, el caballero que por honor y por amor rompió 300 lanzas rivales sobre ‘la puente’ de Hospital de Órbigo, es una de las figuras insoslayables del imaginario popular leonés, pero su historia no se encontraba al alcance de todos. Hasta este momento, porque el profesor Carlos Taranilla de la Varga acaba de dar a imprenta un libro que contiene el primer traslado al castellano actual del manuscrito de Pero Rodríguez de Lena, amén de casi 300 notas a pie de página que aclaran términos bibliográficos, vocablos antiguos y tecnicismos del mundo de la armería.

Publicado por Lobo Sapiens, El Passo Honroso de Don Suero de Quiñones es fruto del interés que el personaje despertó siempre en este profesor de Historia del Arte. «Y más aún desde que empecé a leer el Quijote, porque allí se cita como un episodio histórico, no ficticio, como ocurre con otros libros de caballerías que absorbían el seso al hidalgo. Es esa famosa frase del capítulo XLIX: ‘digan que fueron burlas las justas de Suero de Quiñones, del Passo’», alude. Y concreta que más recientemente, «hace unos dos años, cuando acompañaba al parque a mi madre, que ya falleció, llevaba conmigo el libro, en castellano antiguo, y como notaba que era un poco difícil de leer, concebí la idea de que, ya que no había ninguna adaptación al lenguaje actual, no estaría mal realizarla, con notas que aclarasen ciertas expresiones; los vocablos del mundo de la armería, que son muy frecuentes; detalles bibliográficos, etc.».

«Del manuscrito de Pero Rodríguez de Lena —enumera Taranilla— existen cinco copias y la única completa está en la Biblioteca de El Escorial; son de 1434, año en que tuvo lugar el Passo. Pero hasta 154 años después el texto no vio la imprenta, y lo hizo resumido por un fraile franciscano, Juan de Pineda, quien entró en la historia quitando, añadiendo, modificando... Se volvió a publicar en 1783, en la imprenta de Antonio de Sancha, y en 1902 se hizo en Nueva York una edición facsímil de la impresión de 1588, a cargo del hispanista Huntington. En 1970, la editorial Anubar realizó una reproducción facsímil de la citada de 1783. En ese mismo año, Espasa Calpe publicó otro facsímil de la primera de 1588, a cargo del medievalista Martín de Riquer. Y en 2007 tuvimos la reedición de Sancha en la Biblioteca de Escritores de Diario de León».

Sobre el manuscrito primero reflexiona el también autor de un exhaustivo Diccionario del arte universal que no lo conocieron «más que los participantes, a quienes se dio testimonio escrito de que habían intervenido en el ‘fecho’ de armas. La edición resumida de Pineda, de 1588, tuvo algún eco porque su autor era tenido por gran prosista, y está incluido entre las Autoridades del gran Diccionario de la RAE», pero a la vez recuerda que las ediciones facsímil «han quedado para especialistas. De ahí la idea de volcarla al lenguaje actual, para que sea conocida por todos». Y así, la nueva obra estará en librerías el próximo 5 de mayo y el 11 se presentará en el marco de la Feria del Libro.

La estatua perdida

A propósito del insigne caballero leonés y su memoria, rememora Carlos Taranilla que, antes de remodelarse la plaza de San Marcos, en 1998, el crucero de los peregrinos se hallaba justo enfrente de la puerta de entrada al hostal. «Y ese era el lugar exacto en el que un faraute (heraldo) de madera realizado por Nicolás Francés, el maestro del retablo mayor de la Catedral, había sido asentado sobre pedestal de mármol con sus ropajes y sombrero, todo policromado, con la mano derecha indicando hacia el Camino Francés, o sea, hacia el puente, y un letrero que decía ‘Por ay van al Passo’. Cuando se remodeló, se trasladó la cruz unos quince o veinte pasos hacia el Este, rompiendo así la tradición del lugar donde estuvo el anuncio de esta historia leonesa». Y denuncia el autor que en 580 años a nadie se le ha ocurrido colocar, al menos, «una cartela indicando que allí estuvo esa curiosa estatua. Se puso a los pies de la cruz la imagen de un peregrino de bronce, pero nada del Passo. Bien deberían hacerlo al menos ahora, en el 580 aniversario; y, como diría Don Suero, para los responsables del primer desplazamiento, ‘baste la fealdad del hecho por paga’».

 

Preguntado por la opinión personal que le merece el Passo, dice Taranilla que aquello fue un ‘hecho de armas, frecuente entre la nobleza de la época. «Concretamente, el de Don Suero fue auspiciado por el Condestable de Castilla, Don Álvaro de Luna, a cuya casa pertenecía el leonés y que trató de oscurecer otro que se había celebrado en Aragón, que a su vez también quiso eclipsar otro acaecido en Valladolid». «Personalmente, aparte de las motivaciones políticas, creo que también hay que tener en cuenta las caballerescas, personales, amorosas hacia la dama ‘cuyo yo soy’, con riesgo evidente de perder la vida. Quizá hoy lo llamaríamos ‘deporte de riesgo’». «No obstante —concluye— supuso un despilfarro propio de la nobleza ociosa, cuando ya el Renacimiento, presente en Italia, estaba cambiando los modelos sociales».

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